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EL PERSONAJE MENTIROSO Y EL ACTOR PERVERSO


Quiero hacer una reflexión sobre ese nuevo espectáculo que viene abriéndose paso de unos años a esta parte y que está dando como resultado nuevas estrellas de otro ámbito y disciplina, me refiero a las ponencias de gurús o motivadores u otros individuos que tras la fachada de expertos en tal o cual cosa se han montado espectáculos que son muy sustanciosos y rentables económicamente hablando.

Para esta reflexión necesito sentar unas bases previamente, sobre lo que considero da sentido a cualquier propuesta escénica o espectáculo y que conocemos como los personajes.

El artista en múltiples ocasiones se comunica con su público por medio del personaje, el personaje es el que habla se expresa, actúa. El personaje no puede ser el artista, el personaje es y debe ser autónomo, un ser independiente del artista, cuanto más libre es el artista de prejuicios, más libre es el personaje al que da vida, hasta tal punto que el personaje desde su creación adquiere una vida propia que a veces escapa al control de su creador.

Por esta misma cuestión cuando un actor da vida a un personaje no debe hacerlo desde él mismo, es más, él importa poco, el actor no importa nada en el proceso de representación, solo es un instrumento, es el personaje el que importa y si el actor no comprende esto le robara lugar al personaje y carecerá de sentido toda la representación. El actor es un obrero, un artista que ha desarrollado técnicas para poner todas sus capacidades y habilidades al servicio del personaje y que este pueda por medio de él, adquirir vida, expresarse, comunicarse. Los actores no deberían ser estrellas, ni el centro de atención de una película, obra de teatro o cualquier otra expresión artística, eso debilita al personaje y pervierte lo verdaderamente importante. Jorge Eines habla bien del peligro del estrellato que nació a principios del siglo pasado y que todavía al día de hoy nos acompaña, si cabe de manera todavía más pronunciada.

Cualquier expresión artística está obligada a remover las conciencias, el buen arte no necesita ser sofisticado, a veces un planteamiento simple artísticamente hablando, puede ser una verdadera revolución dentro de un individuo y en ocasiones ya estaría más que justificado el objetivo del creador, con ser capaz de alterar y remover una sola conciencia. Remover una conciencia no es imponer un pensamiento, el artista no debe ser un político, su objetivo por defecto es otro y bastara con agitar los pensamientos con poner a sus observadores o publico en actitud de reflexión y por qué no incluso de debate.

En cualquier espectáculo el pacto es claro y por eso ha perdurado a lo largo de los siglos y perdurara muchos más, en el teatro, la danza, la música y en las artes más actuales como es el cine. Todo lo que el público va a presenciar es ficción, es algo que previamente fue creado para su deleite, fue ensayado y practicado en multitud de ocasiones para dar el resultado artístico esperado, en el caso incluso del cine fue hasta alterado con sus efectos oportunos para alcanzar el objetivo artístico que en ocasiones todo un equipo se propone. El pacto es claro, lo que aquí suceda no le sucede al actor, ni es la personalidad o pensamiento del actor, lo que aquí sucede le sucede al personaje y el que se expresa es el personaje y el que lo vive es el personaje y es más muere el personaje y el actor seguirá vivo. En cien años de soledad, cuando los gitanos llegan con el invento del cine a Macondo y proyectan su primera película todos los vecinos quedan no solo impactados con lo que ven en la pantalla, quedan si cabe aterrados y lo peor viene cuando al día siguiente al proyectar otra película uno de los actores que había muerto en la película del día anterior se repite y entonces todo el pueblo monta en cólera y destruye el cine y echa a los gitanos a patadas por hechiceros. Es lógico y estaban en su derecho, nadie previamente había cerrado con ellos el pacto.

Es importante destacar que el pacto seria incompleto si solo tuviera el ingrediente de que lo que pase no le pasa al actor le pasa al personaje, como todo acuerdo las dos partes tienen que poner de su parte. El público fue estricto con su petición y cada vez más exigente con la misma, y vino a imponer que si lo que le pasaba no le pasaba de verdad al actor si no al personaje, el personaje solo podría partir desde la verdad, es decir: aceptamos que lo que va a pasar aquí es ficción pero no permitiremos que los personajes no sean de verdad y no partan de la verdad y la sinceridad más absoluta. Sería como decir que si no aceptas como actor morir cuando el personaje debe morir, debes aceptar que el personaje sea el personaje y no tú.

Tras siglos fieles a este pacto, llegan nuevos tiempos y con ellos nuevas tendencias y comienzan los realitis y se rompe este pacto, de pronto podemos asistir a un espectáculo donde lo que pasa pasa de verdad, donde el individuo al que podemos observar sufre de verdad, o se emociona de verdad, o incluso se caen de verdad y hacen el ridículo de verdad y por qué no si cabe mueren de verdad. ¿Pero esto es posible? ¿Los individuos que vemos en estos espectáculos, en su mayoría televisivos están siendo de verdad ellos? O están como no podía ser de otra forma condicionados al ser observados, incluso en qué medida no están sujetos a los resultados de audiencia y condicionados perversamente a que les sucedan unas situaciones determinadas que provoquen lo que verdaderamente atrae a la audiencia.

La única manera de que alguien parta desde la verdad es que desconozca que está siendo filmado u observado. Si filmáramos a personas sin ser advertidas y olvidando lo perverso de la idea, tendríamos como resultado situaciones en la mayoría de sus casos aburridas y poco interesantes, esto no obedece a lo aburrida que pueda ser la vida de alguien, responde a la otra esencia de cualquier obra de teatro, película o representación, se trata de la necesidad de un conflicto para despertar interés. Pensar por un momento, ¿interesan las cámaras ocultas a las que hoy en día podemos asistir por internet y en las que se ve el transitar de un lugar más o menos conocido? Parece ser que no demasiado, pero por el contrario nunca antes se habían conocido tantas cámaras ocultas como ahora, invaden constantemente internet en las redes sociales las secuencias de cámaras ocultas donde a la gente se la asusta o se la provoca con algo, etc. Cuál es la diferencia, el conflicto, la persona es rodada sin saber que lo es y empujada a una situación determinada que genera un conflicto.

Por otro lado, cuanto no debería preguntarse una sociedad tan deseosa de consumir realidades de otros y poco dispuesta al ejercicio reflexivo de una propuesta artística. Pero eso sería otro debate que no nos ocupa hoy.

En este tumulto de confusión sobre el personaje de ficción o el personaje real, cuando es ficción y cuando es real lo que estamos viendo, aparecen sobre todo en los entornos empresariales personajes que dan forma a un nuevo modelo de espectáculo, un espectáculo en la que en la mayoría de sus casos el argumento y objetivo es el mismo; el cambio, la búsqueda de la felicidad, la responsabilidad, la libertad, la socialización o relación con los demás, en ocasiones lo único que les diferencia son sus propios prejuicios que se denotan de manera trasparente en sus exposiciones.

Hablan desde ellos y sus propias experiencias y dan por hecho que el público no está en lugar que debiera estar en cuanto a las conquistas que predican, sus puestas en escena se contradicen abiertamente con sus discursos y puede verse a alguno de ellos hablando de reconciliación y paz con uno mismo desde un tono y una escenificación agresiva y soberbia, o el partir del echo que ellos no quieren hacer lo que hacen, si no como que se ven obligados, predicando por contra en su discurso la importancia de ser consecuentes con los actos y las decisiones y haciendo solo lo que dicta el corazón. Cuando tienes ocasiones de verles en más de una ocasión puedes ver que el espectáculo se repite, es absolutamente clonado, lo mismo que pasa con cualquier otro espectáculo, como no podía ser de otra manera.

Todo sería correcto si no se rompiera el pacto, quiero decir que por mi parte me parece muy valorable su espectáculo, que debo reconocer que consigue emocionarme hacerme reír, hacerme reflexionar, repensarme, pero por el contrario me parece perverso el juego, peligroso incluso, de mentir sobre su personaje y desde su personaje; intentare explicarme:

Ellos al salir a escena solo pueden hacer lo que hacen desde su personaje, no podrían hacerlo de otra manera, por eso los veas las veces que los veas veras lo mismo. Su personaje es ya perverso porque nos miente diciendo que son ellos y lo más perverso es que el actor nos miente diciendo que no hay personaje, que son ellos desde su propia experiencia y conocimiento los que nos hablan. Es como llevar a espectáculo la docencia, cosa bien distinta a un espectáculo, es mas muchos docentes son malos docentes por haber convertido la docencia en espectáculo.

Lo más interesante es que los que demuestran mayor nivel de madurez son sus espectadores ya que sin pacto acepta el juego, haciendo de manera personal la diferenciación que los ponentes no hacen y separan el discurso de la persona quedándose con lo más interesante del discurso, de no ser por esta madurez del publico el peligro radicaría en acabar aceptando el juego tal cual es presentado, ya que esto podría llevar al público a una frustración por no ser capaz de alcanzar el estado de plenitud que ellos han alcanzado. Es decir que los personajes de nuestras historias eternas estaban atestados de sus virtudes y de sus miserias y eso los hacia humanos, no nos cuestionaban, ellos eran y de ellos hemos aprendido sin imposición y sin enjuiciamiento, era algo parecido a así soy yo toma de mi lo que consideres oportuno. En este caso no, la premisa es contraria, yo ya doy por entendido que estas equivocado, por eso estas aquí porque necesitas que yo te ayude y por eso te juzgo y te muestro el camino de la salvación. Visto así podríamos decir que es el modelo que las religiones inventaron hace siglos y que sus predicadores han utilizado en sus múltiples espectáculos, con la diferencia de que estos tampoco hablan desde ellos. Existirá mayor egocentrismo que basar un espectáculo en la propia vida de su interprete.

Y tenemos por tanto un público maduro en el espectáculo absorbiendo lo que mejor puede y como mejor puede y ellos cabalgando a lomos de su ego ajenos a toda esta necesaria y obligada relación, entre el personaje y el público, entre el actor y el público, demostrando unas incuestionables técnicas de comunicación pero un escaso sentido de la responsabilidad como protagonistas y dispensadores de conocimiento.

El discurso parte desde esencias en las que casi cualquier mortal podría estar de acuerdo, conceptos que ya está asentados y aceptados por las conciencias maduras de sus espectadores, otra cosa bien distinta es como alcanzar el grado de excelencia que ellos predican, mas allá de ayudar a comprender la importancia de la aceptación y el conocimiento para desde ahí partir hacia la mejora, hablan de lo que hay que hacer y ellos son el ejemplo, pero su puesta en escena y su actitud nos dicen que tampoco y no muestran una sola forma de cómo hacerlo más allá de decir que hay que hacerlo.

Eso es lo perverso no aceptar que ellos como los demás están en la misma e interminable búsqueda que nos hallamos la mayoría de las personas. Lo que sería la humildad del actor y la sinceridad del personaje, el actor como mero vehículo y el personaje como discurso y acción desde la verdad, fiel a su sentir, a sus principios sin el ego del que le representa y dejándole libremente conectar con el público para alimentar ese dialogo casi tan antiguo como la propia humanidad.

Javier San José


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